jueves, 1 de noviembre de 2012

CARRERAS DE MONTAÑA: EL PODER DE LA MENTE


Recientemente pude leer en alguna red social una afirmación de esas que te hacen reflexionar. Dicha tesis, referida al mundo de los maratones, concluía que los primeros 30 kilómetros de un maratón se hacen con las piernas, los diez siguientes con la cabeza y los dos últimos con el corazón.
Cobra más sentido aún lo dicho anteriormente cuando nos referimos al mundo de las carreras de montaña o "ultratrails", tal y como se las denominan actualmente. Como aficionado en la materia, pero con la ilusión de aquel que es consciente de que lo mejor esta aún por descubrir, puedo afirmar que precisamente el aliciente de este deporte es vivir esos momentos de agotamiento extremo en los que las reservas de cualquier elemento energético corporal han llegado a su fín y ya sólo reina el poder de la resistencia mental y de la lucha contra el abandono. Ell objetivo del entrenamiento de los meses anteriores a la carrera es retardar la llegada de dicho momento pero, inevitablemente, siempre llega. En el argot de este deporte algunos lo denominan "el muro", otros la "pájara" o el  "bajón" e incluso algunos se refieren a él como la llegada del "hombre del mazo". 
Este momento da vida a una paradoja de dificil comprensión para toda aquella persona ajena a éste ámbito, ya que el sufrimiento se torna en motivación, en diversión e incluso, por qué no, se convierte en la auténtica idiosincrasia de éste deporte. Decía el gran Kilian Jornet en su libro "Correr o morir" que ha llegado a sentir envidia de todos aquellos que cruzan la linea de meta doscientos puestos por debajo de él, pero con una indescriptible sonrisa e, incluso, con llantos de alegria, ya que ellos sí habían disfrutado de la carrera y en sus caras  se reflejaba la victoria en una dura batalla librada contra ellos mismos,  mientras que para él este deporte ya se convertía en una obligación sin alicientes, tras haberlo ganado todo.
Y para llegar a la meta con esa sonrisa cobra vital importancia el "otro entrenamiento". Aquel en el que hemos aprendido a pasarlo realmente mal, a correr con múltiples dolores y fatigas, a saber convertir un mensaje de ánimo de espectadores o compañeros en un estímulo para los siguientes metros. Incluso nos vemos más identificados aún con los demás corredores, a los que también vemos luchando contra si mismos y autoconvenciéndose de que la llegada a meta compensará tanto sacrificio. Y, de esta manera, metro a metro, kilómetro a kilómetro avanzamos, ya no con las piernas, que están extenuadas, sino con la mente y con el corazón, porque sabemos que lo único que nos quedará de esa carrera es la satisfacción de haber logrado el objetivo. Y es que el cansancio es pasajero, pero el orgullo (de ser "finisher") es una conquista que ya nadie podrá arrebatarnos.